martes, 2 de noviembre de 2010

LO QUE IMPORTA ES EL CAMINO


DICEN QUE LOS ORIENTALES SON MAESTROS EN CUANTO A LA PACIENCIA SE REFIERE, ELLOS CULTIVAN ESTA VIRTUD COMO UNA FORMA DE RELACIONARSE CON EL MUNDO Y CONSIGO MISMOS.
LA VERDAD ES QUE COMO PADRES MUCHAS VECES DESEARIAMOS TENER UN MAESTRO ESPIRITUAL PARA SABER COMO ACTUAR Y QUE DECIR, SOBRE TODO CUANDO NUETROS HIJOS DEMANDAN GRAN CANTIDAD DE ENERGIA Y NOS SENTIMOS AGOTADOS EMOCIONAL Y FISICAMENTE.

UN CONSEJO VÁLIDO PARA MUCHOS MOMENTOS DE LA VIDA ES “CONCENTRARSE EN EL CAMINO, NO EN LA META” ESTA SIMPLE FRASE ENCIERRA SIGLOS DE SABIDURIA, PUES NOS AYUDA A MIRAR NUESTRA TAREA, CUALQUIERA SEA, DE UNA MANERA MENOS ANGUSTIANTE. SI NOS CONCENTRAMOS EN EL CAMINO ESTAREMOS MÁS ATENTOS A LOS DETALLES, MENOS ESTRESADOS Y NOS LEBERAREMOS DE LA FIEBRE DE EXITISMO, QUE LO UNICO QUE ACARREA ES ESTRÉS Y SOLEDAD.

EN NUESTRA TAREA COMO PADRES, CONCENTRARNOS EN EL CAMINO SIGNIFICA VISUALIZAR CADA DÍA COMO APORTUNIDAD DE SER MEJORES, NO DEJAR NADA PARA MAÑANA, PORQUE EL CAMINO SE RECORRE EN EL PRESENTE, SIN PASADO NI FUTURO . ENMENDAR LOS ERRORES Y DEMOSTRAR QUE CADA MOMENTO ES BUENO PARA APRENDER ES UN EXCELENTE EJERCICIO, A LA VEZ QUE TRANSMITE UN MENSAJE ALENTADOR PARA LOS NIÑOS, PUES LES MUESTRA QUE
ASÍ COMO LOS PAPÁS APRENDEN Y MEJORAN, ELLOS TAMBIÉN PUEDEN HACERLO.

¿QUE SE NECESITA PARA EDUCAR BIEN?

Los seres humanos vivimos con la programación biológica que nos habilita para ser padres y, por lo tanto, la mayoría de las personas, si cuenta con el contexto adecuado, logran ser buenos padres.

Es necesario tener confianza en que con un poco de reflexión y dándose el tiempo preciso será posible entregar una buena educación a sus hijos.

La primera condición para desarrollar una buena paternidad o maternidad es el amor incondicional por los hijos. Este amor requiere ser expresado cotidianamente con gestos y palabras amorosas. No basta con querer a los hijos, es necesario que este amor sea percibido por ellos en manifestaciones concretas.

Una segunda condición es, sin duda, la paciencia; que si bien es una virtud que algunas personas poseen de manera innata, se hace necesario desarrollarla para adecuarse a los ritmos de aprendizaje de los niños, a sus demandas, a los problemas de salud que presentan y a las explosiones emocionales. Respirar hondo y aprender a controlarse no es una tarea fácil, pero imprescindible para educar.

Una tercera condición es la flexibilidad, cualidad que permite a los padres adecuarse a los cambios que tiene el niño cada día.

Se interpreta como capacidad para descubrir que uno puede mirar un problema desde diferentes ángulos y que no necesariamente las cosas se hacen de la manera que nosotros pensamos. La flexibilidad se requiere, incluso, para jugar con el niño, ya que en los primeros años no va a querer respetar las reglas de un juego, ni por ejemplo, poner las piezas en el lugar que estaba programado. Significa ser capaz de seguir al pequeño en sus intereses y detenerse a mirar un perro y a acariciarlo, cuando se había inventado un paseo al zoológico para que el niño conociera al elefante.
Una cuarta condición es estar abierto a enriquecerse con otras visiones sobre como se educan los hijos. Se aprende a ser padres en la familia de origen. Con dificultad un niño que no ha sido suficientemente cuidado en su infancia sabrá cuidarse así mismo en el futuro. Este niño experimenta una especie de desapego afectivo, ya que la cercanía física, la proximidad y la preocupación de sus padres, son esenciales para que crezca en capacidad de crear lazos afectivos.
El niño como decía Gabriela Mistral se llama “hoy” y hay que estar con ellos, enseñarles a relacionarse y a tener una comunicación afectiva sólida.

El puente para una comunicación se establece en el periodo preescolar, intentar hacerlo más tarde será una tarea más compleja y llena de obstáculos.
La paternidad y maternidad implican darse tiempo para entender las necesidades de los niños y satisfacerlos, supone necesariamente postergar algunos proyectos personales para realizar esta maravillosa función.

SUGERENCIAS

Comparta al menos una comida con tu hijo, en paz y tranquilidad.
Acompañe con frecuencia en sus actividades escolares.
Destina, una vez a la semana, tiempo para compartir en una relación uno a uno con cada uno de tus hijos.
Si trabajas y tienes la posibilidad de llamarlo (a) hazlo al menos una vez en la tarde.
Mantente atento a los cambios que pueden tener en su conducta, o si notas algo diferente.
Pon límites razonables y explica por qué los pones.
Exprésale con mucha intensidad tu afecto, manteniendo una proximidad física a través del juego, paseos y de tiempo para compartir, así tu hijo se sentirá seguro de tu amor.


Neva Milicic.
Psicóloga Universidad Católica
Magíster en Educación